Jadicha Candela, 1952-2020

Jadicha con su hijica Yamila, en 1975

Mi Jadicha se marchó el día 15 del mes de Ramadán del año de la Hégira de 1441. A las 9 y media de la noche, justo cuando aparecía la luna llena de las flores por encima del horizonte, mi hermana emprendió, como la perla peregrina  de sus poemas, la última etapa de su viaje, hacia el Jardín que con tanto esmero quiso recrear aquí, en los trocitos de esta tierra que tuvieron la suerte de ponerse a su cuidado. Ella vivió mucho y bien. Su vida fue un peregrinaje perpetuo hacia nuevas profundidades de sabiduría y temple, recorriendo el mundo físico pero también un mundo interior en el que fue acumulando miles de veces más belleza y visión del infinito.

En el momento de la despedida, cuando su cuerpo ya frágil y torturado por la enfermedad pasaba el umbral hacia las llamas, el sol lucía amable en lo temprano de una mañana fresca, y yo la despedí a distancia, acompañada de un estruendo de trinos con los que los pajaritos de su Murcia tan querida también le dedicaban una canción triste pero evocadora del embrujo que ella supo brindar al mundo.

Ella me dijo que la muerte era su amiga, que la había visto ya hace tiempo cuando vino a su cabecera de enferma en forma de niña que le tendía una mano menuda, en una invitación al último y fascinante tramo del Camino. Ella me dijo que entendía el valor de ese momento en que el alma observa lo recorrido y comprende que todo ha valido la pena. Y es que su alma no es sino una piedra preciosa de brillo incommensurable, pulida y purificada por un trabajo vital sobre sí misma como el orfebre perfecciona el fuego que mana del ópalo y del diamante. Fue ella la que me enseñó que la la clave de la felicidad y de la paz interior estriba en la constancia con que nos empeñamos en este trabajo, y se que esa enseñanza ha sido y será mi brújula y mi guía en mi propio camino.

Jadicha fue una mujer valiente, fuerte, temperamental hasta, a veces, el exceso. Tan generosa como exigente, tan indómita como frágil, tan sabia como a veces necesitada de consejo y contrapunto. Era compleja y fascinante y los que la tuvimos cerca la amábamos tanto o más por sus defectos que por sus virtudes, porque es cierto lo que un viejo amigo me dijo un día, que a los que amamos, los amamos sobre todo por sus defectos, porque son éstos los que dan la medida del cariño que podemos sentir. Al final sólo se que ella me quiso mucho, que por probado muchas veces de forma fehaciente, su amor por los suyos era inconmensurable, que a mujer amante y amorosa será difícil que alguien le pueda nunca ganar.

Esa noche, seguí con la mirada la travesía de la luna, grande y cercana, y quise ver a Jadicha reposando ya tranquila sobre la brillante carroza de plata que la conducía, ya sanada de todo sufrimiento, hacia la luz que no tiene fin. Sentí su rostro fundirse con el de la luna y le vi sonreír, despidiéndose de mí, de todos, de su jardín terreno, feliz de saberse en tránsito al Jardín celeste con el que tanto soñó.

Y aquí me deja, con el dolor del vacío por la ausencia de su cuerpo, de su voz, de su sonrisa, pero con el consuelo de un espíritu maestro y cómplice, fruto de la sangre hermana que compartimos, y que no se ha ido ni se irá jamás, porque ella vive en mi corazón hasta el final de los días.

Buen viaje, Ukhti al Galya, vela por mi.

أحبك في الله

بارك الله فيك

Jadicha con Alfonso, el amor de su vida

9 comentarios en “Jadicha Candela, 1952-2020”

  1. Que preciosa reflexión Fuen, has sabido plasmar lo que yo pensaba de ella y que no sabía expresar, pero lo sentía porque nuestra hermana era única. Besos

  2. Hermosas palabras para tan maravillosa mujer que solo una mujer inteligente y sensible como tu puede decir con tanta elegancia, Fuensanta.
    Siempre te llevare en mi corazon Jadicha.

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