Su historia empezó al menos tres meses antes, pero esa parte no la conocerá nunca nadie más que Mimi Gatica. Dónde vió la luz y si tuvo hermanitos o hermanitas, nunca lo sabremos. Sospecho que Mimi fué la enana de la camada, un cachorro destinado a morir para permitir que los más fuertes prosperen. Lo digo porque sigue siendo una gatica pequeñica, con mas de un año y ni llega a los cuatro kilos. Me la imagino, cabezona, luchando por la teta y saliéndose con la suya, hasta que posiblemente la madre la echara cuando llegó el momento del destete, por canija. O puede ser también que se fuera ella, decidida a buscarse la vida, harta de tener que competir con sus hermanos o hermanas más grandes. Y es que ya lo dijo Arthur C. Clarke: «Beware of small men, for they are the movers and shakers of the world«. Lo que seguramente vale no sólo para el hombre, sino también para el gato.
Y es que aquél día luminoso de septiembre del año 2016, Mimi Gatica apareció solita en la terraza de un bar de Pueblo, porque intuyó que allí podría encontrar de comer. Tenia mucho hambre. Lo sé porque lo sigue teniendo. Siempre come como si fuese a ser la última vez, y siempre pide más. Aquél día estaba tan hambrienta que tuvo que obligarse a ignorar el terror que infunden los humanos en los gatos callejeros. Su suerte quiso que fuera a toparse con un grupo de niños que andaban perreando por el bar.
A ninguno nos gusta pensar en ello, pero en el fondo aceptamos la dolorosa realidad de que los niños pueden ser crueles y bárbaros. Los niños no son ni más ni menos personas que tu y yo. Sólo son más inexpertos. Yo no sé si alguien puede nacer mala persona. Me cuesta creerlo. En cambio, sí que creo que un niño puede ser una mala persona, si le enseñan a ser así desde bien pronto, o si omiten explicarle ciertas cosas, bien sea porque los padres pasan de todo o porque no tengan credibilidad ninguna que les merezca el respeto de sus hijos.
El caso es que aquellos gamberros decidieron que sería divertido jugar al fútbol con la Gatica por pelota, y a ello se aprestaban cuando les llamó la atención una chica que estaba allí tomádose una caña con una amiga. Vanessa es voluntaria de una protectora de Murcia que se llama Equipo Bastet, que recoge muchos gatitos y otros animales y procura encontrarles un hogar. Vanessa vió que la Gatica estaba en peligro, y les chilló a los gamberros que la dejaran en paz. Ellos respondieron con una sarta de groserías. De modo que Vanessa se fué a por la Gatica, la agarró y se la llevó a su casa. La Gatica, creo yo, pasó un rato de terror. Lo sé por cómo lloraba en el coche cuando yo me la traje a casa el primer dia.
Pero Vanessa pronto le dió de comer y beber, y eso la tranquilizó mucho. Vanessa la puso en su trastero, en el sótano de su edificio. No tuvo más remedio que ponerla allí, ya que en casa hubiese estado en peligro de que la atacasen sus dos perros, a los cuales, por lo que me dijo, no les gustaban para nada los gatos. Así, la Gatica se encontró confinada en el trastero, a oscuras, pero en calma y con comida, bebida y un arenero a mano. Supongo que se dijo que eso era mucho mejor que la calle, y pronto se puso contenta.
Lo sé porque nunca olvidaré la expresión de la Gatica la primera vez que la ví, cuando Vanessa abrió el trastero para enseñármela. Diréis «los gatos no ponen caras». Pues no es verdad, alguna sí que ponen. De hecho, los gatos hablan con su cuerpo entero, y con la voz! Y creedme, no es nada difícil ver si están contentos, incómodos, tristes o al borde de saltarte encima para dejarte la cara cubierta de arañazos.
Mimi salió del trastero andando sobre las puntitas de las patas, con la colita tiesa tiesa y con los ojos abiertos grande grande, y brillantes, y con un maullidito coqueto de placer inconfundible. Estaba contenta de vernos. A mi, se me acercó a frotarse contra mi pierna inmediatamente, a pesar de serle yo completamente extraña. No cabe sino que hubiese comprendido que debía la vida a una humana buena y generosa, como Vanessa, y que aceptaba alegremente dejar la calle y dejarse adoptar. ‘Como se llama?’ Pregunté. Vanessa se encogió de hombros sonriendo y dijo ‘Mimi’, como si se le acabase de ocurrir.
Esa mañana había quedado con Vanessa para darle unos areneros y otras cosas de mis dos bengalíes que éstos ya no usaban. Se supone que los gatos – salvo aquellos a los que sus dueños no dejan salir de casa – se van al jardín del vecino a hacer sus necesidades. En nuestro caso, Gem sí que sigue esa regla ancestral, y lo es porque un gato en principio odia los malos olores, incluyendo los de sus propios excrementos, en fin, como tú y como yo. De modo, que el jardín de uno se respeta, limpio y fragante. La caca, al de al lado, o al de enfrente. Gem, como dije, esto lo cumple. No así Gene, quien, o bien es uno de esos a los que no les molesta mucho la peste (alguien me contó una vez de una persona que no se ponía desodorante porque le gustaba el olor a sobaquina) o bien es que tiene algún defecto genético que le afecta el olfato. Yo me inclino por esto último, porque Gene intenta enterrar la comida blanda que tanto delecta a las otras dos. Intenta enterrar el cuenco de agua, que no huele a nada, al tiempo que pasa de irse en ca’l vecino a cagar (con perdón) y hay de vez en cuando que limpiar ciertos rincones del jardín que…. bueno dejémoslo.
El caso es que me sobraban areneros, y cuando pregunté a las de Equipo Bastet si los querían, me dijeron que se los llevase a Vanessa. Así que allí se los llevé, cajas y sacos de arena y otras cosillas. Entre ellas, un transportín rígido que – pensé equivocadamente – ya no me haría falta.
Entregada la mercancía, Vanessa me preguntó si conocía a alguien que pudiera quedarse con una gatita que había recogido dos o tres días antes, y me contó la historia del bar y de los niños gamberros. Yo le dije que en casa tenía una gata un poco arisca y que no creía que mi Gem aceptara otro gato bajo su mismo techo. No pude, por menos, que interesarme y le pedí que me la enseñara. La verdad es que me horroricé cuando me dijo que la tenía en el trastero, y cuando la ví salir del cuartucho, pizpireta y maullando alegremente, sentí un dolor punzante ante la idea de que tuviese que volverla a encerrar allí dentro. Luego he comprendido que, de hecho, Vanessa hizo muy bien. A Mimi pudo venirle genial un par de dias en un espacio pequeño y oscuro, porque es el tipo de espacio donde un gato se siente a salvo. Mi Gem estuvo dos días, dos días enteros sin interrupción, sin salir a comer ni beber, escondida a oscuras bajo el edredón de la cama cuando la trajimos a Murcia de Bruselas. Fué lo que se autorecetó para recuperarse del tremendo estrés del viaje. Gene se lo pasó durmiendo y apenas llegó se dedicó a curiosear por todas partes, como si nada, pero Gem, la pobre, lo pasó fatal.
Pero volviendo a Mimi, me entró una desesperación tremenda por ella. Es que no puedes tenerla en otro sitio, con luz y ventilación? pregunté. Vanessa me dijo que la gata estaba bien, pero que en cualquier caso una amiga vendría por ella dos días mas tarde y la tendría en casa hasta la cita con el veterinario para su esterilización, que era como unos diez días más tarde.
Así que llamé a mi Paul y le conté. ‘No pppppppuedo dejjjjjjjarla aquí!’, le dije. Paul se mostró escéptico. Temía disgustar a su gatita Chicken, la niña de sus ojos, que la llegada de Mimi pudiese empujarla a alejarse de casa. Para él, sus dos pequeños eran su prioridad. Temía, en suma, que aquello no fuese solución. Colgué desolada.
Me despedí de Vanessa y me dispuse a marcharme. Pero no pude. Llamé a Paul otra vez y le dije que acogería a Mimi hasta que la amiga de Vanessa viniese por ella. Serían solo un par de dias, dije.
Asi que metí a Mimi en el transportín que se suponía iba a donar, cogí unas latillas de comida que tenía Vanessa para ella, y me la llevé a casa. Tan excitada iba que me equivoqué y tuve que dar mil vueltas y un rodeo tremendo hasta volver a casa, con Mimi chillando como un grillo en el asiento de atrás. Pero por fin llegamos. Decidimos ponerla en el baño pequeño con comidita, su agua y un arenero pequeño, y pronto se instaló encantada en una mullido taburete de baño, a dormir.
Al dia siguiente, llamó Vanessa para decirme que su amiga se había encontrado una camada entera de gatitos recién nacidos abandonados, y que no podría venir a por Mimi. Ah, la cara de Paul! Pero la resignación no le duró mucho, porque poco tardó la Gatica en conquistarlo. Al principio, le puso de mote «wormy» que en inglés viene a ser como «gusanillo». La mudamos a nuestra terraza cubierta, para que tuviese más sitio, y enseguida ví como frecuentemente, mi chico se iba allí a sentarse con ella y a darle mimos.
Tuvimos a Mimi en la terraza hasta que la llevamos a esterilizar. Gem no portaba mucho por casa, como hace habitualmente desde que empieza a hacer bueno, de modo que no se cruzaron para nada. Gene, sin embargo, no tardó a venir a curiosear por la terraza. Me esperaba que la aceptase sin más, cosa que él hizo, porque es tremendamente sociable. Si te esperas que Gene defienda su territorio de gatos meones extraños, vas dada. Pasa de todo. Cuantos más seamos, mejor. Es un gato ácrata. Lo que fué muy sorprendente fué el guantazo que le arreó la Gatica cuando Gene fué a presentarse y a olisquearla. Y aún lo hace cuando juegan juntos. Mimi es pequeña, pero matona.
Como es obvio, no se habló más de devolver la Gatica a la protectora. La llevamos al veterinario a vacunarla y desparasitarla y hasta el bueno de Paco se enamoró de ella a primera vista. La vida le ha enseñado a ser casera, y ahora Gene tiene con quien jugar, a falta de que Gem nos hubiese salido más sociable. Con ella, Mimi mantiene poco las distancias, pero en vez de atizarle, Gem le cede su comida si Mimi se acerca. Y Mimi se comería su comida, la de Gem y la del Susum Corda, si pudiese. Tenemos que agarrarla y apartarla para que la pobre Gem pueda comer en paz, pero a estas alturas se respetan y viven en paz.
Mimi tiene algunas cosas peculiares, como por ejemplo, que le guste dormir en la tierra de la maceta del ficus. Se vé que es murcianica, por su apego a la tierra! Pero por lo general, es una gata, gata! Le gusta cazar con locura, y me asombra lo que hace cuando jugamos con ella con el juguete de plumas. Es un trasto en forma de caña de pescar con un plumero en el extremo, que cuando lo agitas hace un ruido de aleteo, y a los gatos les pone a cien. Gem y Gene también adoran jugar a la caza con él. Pero ambos atrapan el pseudo-pájaro con las garras en pleno salto y sólo le dan el mordisco letal cuando lo tienen atrapado en el suelo. Mimi, por su parte, se lo da en el aire, y si fuera un bicho vivo el pájaro no llegaría vivo al suelo. Ya dije que era pequeña pero matona! Naturalmente, nos trae todo tipo de regalos a casa, casi siempre vivos: grillos, salamanquesas, pollos de gorrión (generalmente RIP, éstos) y una vez, una lombriz enorme que parecía una culebra, y que Paul diligentemente devolvió a la tierra de un parterre del jardín, donde hacen mucho bien las lombrices. Es una Gatica listísima y picarona. Un día se me ocurrió silvarle y debió creerse que tenía una bandada de pájaros en los carrillos. Abrió los ojos enormes y se puso a maullar como loca, cuando de hecho no es una gata parlanchina para nada. Se alzó sobre sus patitas traseras y me plantó un cercano cara a cara, escrutándome intensamente, y dándome numerosos topetazos de admiración por mi proeza cazadora, y quizá esperando que compartiese el botín… También se pone así si me oye cantar, particularmente cuando entono el O Flower of Scotland para animar a mi equipo de rugby favorito. Se me sube al pecho e intenta ver de dónde sale ese trino tan raro…. Pero últimamente pasa un poco, debe haber entendido que aquí no hay pájaros, sino una mera humana que silba y canta.
Otra cosa que Mimi nos regala son los buenos días. Se acomoda en la cama al amanecer, cuando se cansa de sus andanzas nocturnas, y espera allí dormitando hasta que nos levantemos. Cuando damos señales de vida, a menudo se planta en el pecho de Paul y le da besitos. Y cuando yo pongo los pies en el suelo, salta de la cama y, toda zalamera, se roza contra mi pierna porque sabe que lo primero que voy a hacer es darle de comer. Los gatos te dan cabezazos como señal de afecto. La Gatica se da cabezazos en el quicio de la puerta del baño esperando a que salga para darle el desayuno, tiene una cabecica muy dura, porque el golpe siempre retumba, pero ella como si nada.
Cada vez que veo a mi dueño y señor con su Gatica me enternezco mucho, y agradezco al cielo que la pusiera en mi camino. Es una Gatica buena y amorosa.
Me encanta la historia. No deberia haber ningún perro o gato abandonado, todos deberian ser tan felices como Mimi.