Tengo una hermana mayor que es bióloga pero no comparte mi fascinación por los bichos. Os contaré que en mi familia de cinco retoños dos se fueron a ciencias – químicas y biológicas, si bien la primera derivó también hacia la biología, con lo cual cuento dos biólogas. Otros dos se fueron a derecho (si bien uno compaginó con ciencias de la información – vaya familia fácil de contar). Ciencias vs letras: empate a 2. Hasta que yo me incliné por las leyes, deshaciendo el empate …. durante algunos, bastantes años. Porque a la vejez, viruelas. Pasados los cuarenta y por aquello de mi amor al mar, me hice bióloga yo también. Ciencias vs letras: empate a 2.5, resultado final. Sí, porque por muy curiosa que yo sea como persona, no me veo estudiando otra carrera, ya, la verdad.
Pues bien, a mi hermana mayor, bióloga especialista en plantas – más bien su patógenos – le dan un poco de grima los bichos. Así que le prometí que mi próxima entrada iría de cosas lindas como las flores y los frutos. Y estoy servida, porque el mes de mayo es el mes en que maduran las fresitas murcianas. Ello es digno de mención, porque esta es una fruta que aún nadie ha sabido industrializar. Yo sólo sé de un sitio en Murcia que no falla: en mayo las sirve, y son una verdadera delicia. Cuando era chica, recuerdo a un viejo huertano calzado de abarcas y con boina, y un chaleco vestido encima de una camisa blanca impoluta, que las vendía en las cuatro esquinas, en unas cestillas de junco altas y profundas, que ya tampoco se ven y que él llevaba colgando en fila de un palo largo al hombro. Cuando uno pasaba por allí sentía el perfume y se me hacía la boca agua. Esas sensaciones de niña tuvieron que ser bien fuertes para que recuerde a aquél huertano después de tantísimos años, con esa precisión visual tan clara, cuando tantas otras cosas se me han olvidado. Pues bien, las fresitas no aman el sol. Mi hermana (si, la que no ama los bichos) me contó que la abuela Pura las plantaba en el huerto, a la sombra de los limoneros. Pasaron incontables años sin poder disfrutarlas. Para mi sorpresa, un buen día de primavera las descubrí en mi supermercado de barrio en Bruselas. Allí las llaman fresas del bosque. Deliciosas! Costaban un capital, y no duraban mucho. La temporada es corta, apenas unas seis semanas. Y no las traían todos los años. De modo que ni en Bélgica, ni al parecer en la vecina superpotencia del laboratorio agrícola que es Holanda, parece haber nadie que haya descifrado el secreto de la producción extensiva de fresas del bosque. En lugar de eso, venden – todo el año – fresón generalmente importado de Huelva, que si bien no desprecio, no se puede comparar con mis fresitas del alma. Cosas del mercado. Supongo que sale más a cuenta producir fresón: más peso, planta mucho menos delicada, temporada interminable, en fin, el mercado a lo suyo. La fresita no aguanta casi nada en embalaje. Salvo excepciones como la de mi super belga, solo la disfruta el que la planta o el que conoce un restaurante al que le suministra un huertano avezado, y claro está, el propio huertano.
En el restaurante de marras – que no, que no os lo digo, que luego vais y luego no quedan para mi – conecté con el simpatiquísimo jefe de barra. Este hombre de gentileza admirable me prometió que le pediría a su proveedor unas cuantas matas de fresas para dármelas. Y lo hizo. De esa media docena de plantitas conseguimos desarrollar un pequeño bancal al pié de los cipreses de la valla, donde hay sombra y poco viento. Se multiplicaron muy bien, pero por ahora, están dando poco fruto. La verdad, no me extraña, con la sequía que estamos teniendo. Y es que no todo está en el riego. Ciertas plantas no sólo necesitan agua en el suelo, también necesitan humedad ambiente, y eso ha sido muy raro este invierno y ocasional esta primavera. Porque ha llovido, algún que otro chaparrón, pero no de forma sostenida y suave, y además enseguida volvía el sol de justicia. Todo esto ha supuesto subidones y bajones de humedad ambiente, lo cual a las plantas no creo que les guste. En fin, que sí hemos tenido unas pocas fresas, pero no tantas como las que yo quería. Paciencia. vendrán sin duda años mejores. Mirad qué lindas se ven en la planta:
Otra gran noticia es que, por primera vez, mis cerezos han dado cerezas – tres cerezas. No os riáis. Los plantamos mucho antes de venir a vivir a Murcia, cuando apenas levantaban un metro del suelo. A los pobres cerezos no les he hecho mucho caso, la verdad. Pero ahí, en su rincón, a lo tonto a lo tonto, han ido creciendo y aunque todavía son jovencitos, la cosa promete. Las tres cerezas que dieron me las comí yo, y estaban muy dulces. Otra vez: paciencia. El jardín siempre pide paciencia, y perseverancia
La cosa, tratándose de flores, es algo más difícil de explicar. Hay para todos los gustos. Las rosas están felicísimas, lo mismo que las orquídeas de dentro, a reventar! Pero los hibiscus están más bien tirando a penas. La buganvilla está esplendorosa, la madreselva, cuajada. Las bignonias, passifloras, camelias y gardenias, pues así así, con flor, pero no a reventar precisamente. Los cítricos que tenemos orientados a sur se cubrieron de azahar en abril. Se equivocaron. Lo han tirado todo y están haciendo hojas como locos, que es lo que les hace falta porque andaban algo pelados. Sólo espero que vuelvan a intentar florecer, aún hay tiempo! Las plumerias, muy retrasadas, apenas están echando las hojas ahora. Pero por lo menos no me las ha matado el invierno! Pronto tendrán flor. No así la Wisteria Glicinia, que se ha negado otra vez a dar flor este año. Pero hoy mismo hemos descubierto un zarcillo que no concuerda con el resto, y que parece tener botones de flor en vez de botones de hoja. La Wisteria da primero la flor, preciosa entre ramajes desnudos, como una escultura china (viene de allí y por eso se llama Wisteria sinensis) y cuando tira las flores – por desgracia demasiado pronto – se cubre de hoja y crece como una desesperada. Mi Wisteria está llena de hoja, así que me extrañaría ver flor. Pero como es una wisteria injertada glicinia, quién sabe. Ya os contaré. A falta de fotos de Wisteria, os dejo unas cuantas de flores que están muy lindas y me alegran la vista cada mañana. No hay como levantarse y ver flores. Benditas sean. La última es una florecilla de mala hierba, diminuta. Tan linda que no quise arrancar la plantita que surgió valiente de entre la grava gruesa que tenemos en una parte del patio. Pequeña y azul, de vida breve, desconocida y hermosa.
Fuchsia
Lobelia
Gazania
Mala hierba – pero qué linda! Esta florecilla medirá apenas medio centímetro de diámetro, y no tengo ni idea de cómo se llama la planta.
Si vivís en Murcia, sólo os digo una cosa: admirar las jacarandas. Están espectaculares! En esta ciudad no siempre se hacen las cosas bien (lo digo así por ser amable), pero el edil que dispuso plantar jacarandas en las avenidas se merece un monumento. Quizás los árboles desbordantes de flor de un violáceo intenso sean el mejor monumento posible.
Posdata: Después de esta vendrá una de bichos. Mari, quedas avisada!