Abstenerse almas sensibles: bichodrama

No hace falta ir de safari a Tanzania. Vivir en un jardín – y es que mi jardín es tan casa como mi cocina – te da miles de oportunidades de observar la naturaleza en acción, a veces en su más crudo. Yo pude darme una vez una vuelta por una reserva cercana a Nairobi y vi guepardos con transfondo lejano de rascacielos. También andé buscando leopardos en el parque de Yala, en Sri Lanka, no vi ninguno, desgraciadamente. Vimos otros muchos bichos fascinantes, pero también muchos jeeps. En una granja reconvertida en atracción de safaris en Namibia vi leones en un cercado devorando unos cuantos kilos de carne que les echaron para que les hiciéramos fotos. Y he visto fotos de familiares y amigos que se fueron expresamente de safari a Kenya donde salían leones y tal, pero sobre todo salían miles de jeeps de gente haciendo fotos como locos. Mi jardín no es naturaleza salvaje, pero dentro del manejo y gestión que supone, hay espacios donde lo pequeño campa como las fieras por la sabana. Sólo hay que mirar bien. Y para mí es tan fascinante o más que un capítulo de la National Geographic, y no hay japoneses excitados cámara en ristre.

En fotografía, alguien me enseñó que está el sujeto, pero también está el espacio negativo. Eso es el fondo que rodea a tu sujeto, y que es importantísimo para que la foto impacte. Esta escena, contra un fondo abigarrado de hojas o ramas o tierra, no tendría el impacto que tiene, pero es que además, el tal espacio negativo es un capullo de rosa. No sólo ofrece un fondo rojo impactante que no distrae sino que encuadra dramáticamente la acción, sino que viene a ser algo casi poético. Aquello de las espinas como contrapunto de la belleza delicada de la flor y tal. Pues bien, sobre un rojo capullo fue donde sucedió el drama de la diminuta araña saltarina que atrapó a la polilla, mucho más grande que ella, y procedió a sujetarla sin piedad mientras le inyectaba el veneno que la haría digestible.

Las arañas saltarinas no tejen telas. Son cazadoras de emboscada. En pleno sol, y a la vista de todo el jardín, atacan lanzándose sobre sus presas y cuando las tienen agarradas pasan mucho de que les plantes un objetivo macro a centímetros de distancia. Siempre que no las toques, ahí se quedan, impertérritas. Imaginaos que sois una araña saltarina y estáis comiéndoos un enorme muslo de pavo gigantesco y se os acerca un sujeto semoviente, grande como un rascacielos de Nueva York y os pega el ojo para ver qué hacéis.

Os dejo las imágenes del suceso, y repito la advertencia, especialmente a mi hermana, por si os da grima. Pero recordad que las arañas controlan muchos bichos perniciosos. No sé qué polilla es esta, pero en el jardín abundan, ay, minadores de geranios y otras orugas de la col y demás. Mejor que andar abusando de pesticidas, dejar a las arañas que coman, que como decía (aunque no de las arañas) mi muy murciana abuela, son criaturicas de Dios.

Ya he visto varias veces que las saltarinas agarran a sus presas por la nuca. En la galería ya hay varias imágenes de esta araña – es una araña Napoleón, por la silueta que adorna su tórax – agarrando a una abeja por la parte trasera de la cabeza. Es difícil de apreciar en esta foto, pero se puede ver la cabeza de la polilla bajo la cabeza de la araña, y las dos antenas hacia abajo, tocando la flor entre las patas delanteras de la fiera.

Fiereza al estado puro.

 

Vista desde arriba.