Diario del virus – día 4 : Siempreviva

El silencio….

Aquí en mi trocito de Jardín se disfruta habitualmente el silencio con tan sólo un ocasional paso de coche, o paso del megáfono del tapicero, las campanas de Santa Catalina llamando a misa los domingos, o lo que es mucho más frecuente: ladridos y más ladridos.

De pronto, parece que los perros sufren una epidemia propia de total privación de voz.

Tiene que venir una pandemia para que me entere de que los perros ladran porque pasan otros perros con sus dueños por la calle, en sus paseos diarios. Ahora no pasa casi nadie, de modo que la comunidad canina está mayormente en silencio. El bosque está en paz.

El silencio también permite escuchar en todo su esplendor el concierto de los pájaros cantores durante el día, y cuando ellos terminan, empieza la llamada del autillo en la noche. Los autillos han vuelto este año muy temprano, a principios de febrero. Daría cualquier cosa por poder observar uno, pero son buhos chiquitines que además siempre escogen apostarse en el árbol más alto de la zona, y cantan de noche, de modo que se convierten en casi invisibles. Son poco exigentes con el medio y aceptan apostarse no sólo en el bosque, sino incluso en el centro mismo de la ciudad. El año pasado pude escuchar a uno en el mismo tontódromo, de madrugada, cuando la calle ya estaba en calma. El canto del autillo es un silbido muy bonito, intermitente, profundo, de timbre nada estridente. Es increíble que con lo molesto que puede ser escuchar pitidos intermitentes, uno pueda quedar hipnotizado escuchando en una noche oscura la llamada de un autillo, que lanzan para marcar su territorio. Si le oyes, es que estás en sus dominios. Recuerdo otros años disputas épicas entre autillos contestándose el uno al otro, y me pongo a imaginar como sus pequeños cerebros miden las distancias y la calidad del timbre para saber quién gana, sin necesidad de más confrontación que la de su canto hipnótico.

El silencio se rompe cada día con los aplausos que salen de las casas a las ocho de la tarde, para todos los que luchan por nosotros en la sanidad y los servicios indispensables. Aquí estamos espaciados pero nos oímos, y los aplausos resuenan con eco por las cuestas y vaguadas del monte. Es emocionante. Hacemos muchas cosas mal como colectivo, cometemos muchos errores, pero en momentos como éste, como ya nos cuenta la historia lejana y reciente, la gente puede reaccionar y demostrar que aún hay esperanza de un futuro mejor. Igual de una vez espabilamos.

Dicen que con la paralización que estamos viendo están bajando bestialmente las emisiones, la contaminación – que es tremenda en Murcia, por desgracia – está remitiendo. Y muchos de nosotros nos estamos reencontrando con el silencio. Una especie de ejercicios espirituales sin las monjas pérfidas de mi infancia. Mucho mejor así.

Ojalá nos sirvan a todos. No puedo creer que tras esta tragedia nadie se permita seguir como antes, con un debate público tan rastrero, mezquino, agresivo, destructivo (por ser la antítesis de lo constructivo). Hoy he estado siguiendo el debate en el congreso y los únicos que han dado la nota – cómo no – son los de la caverna facha. Hay que preguntarse qué hace falta para que esta gente razone.

En un principio, quise hacer una reflexión diaria. Por desgracia, hemos estado tres días sin conexión a la red por una rotura tonta del maldito router. No sé si tengo o no que alucinar que me hayan resuelto la avería tan rápido. Hoy ha venido el técnico y ya está todo en orden. Cada pequeño contacto con la gente – tanto hoy como ayer en mi breve visita al supermercado – incluso guardando las distancias, es una ocasión de interesarse por los demás, y la gente sonríe y devuelve aumentada la simpatía y la solidaridad que se le expresa. Es realmente especial.

Por eso la flor de hoy es la siempreviva (Helichrysum sp), la flor mas abundante de la pinada, la que tiñe de dorado el sotobosque en primavera, alegrándolo todo.

Mi amiga del corazón, Carmen, está en primera línea gestionando la atención a ciudadanos. Está agotada, pero ahí sigue. Siempre fue una inspiración para mí. Pero en estos momentos me hace sentir especialmente privilegiada del honor que me hace con su amistad, su cariño y su dedicación al servicio de todos. Gente como ella, mucha gente que hoy nos defiende y nos protege, son las flores siemprevivas de nuestro pueblo. Oro puro.

Seguid cuidándoos mucho, y disfrutad este silencio. Vale la pena.

4 comentarios en “Diario del virus – día 4 : Siempreviva”

  1. Muy bonito, Fuen! Dale un abrazo muy grande a la Santiuste de mi parte. Dile que es una heroína y que hasta el pequeño Andrés aplaude a rabiar todas las noches y grita «bravo, doctores! Gracias!».
    Muchos besos

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