Anoche estaba en mi mesa de trabajo, con la ventana abierta – ya hace temperatura de tenerla abierta incluso en la tarde-noche – cuando oí un maullido peculiar. Conozco muy bien a mis tres gatitos, y supe que no se trataba de ninguno de ellos. Probablemente, una de las del vecino, que son gatas discretas y generalmente silenciosas. Por el tono invitante y evocador, supe que era una gata. Esta es época de celo, y esta seductora estaba cantando como una sirena peluda, intentando atraer a uno de los muchos galanes que merodean por los jardines y patios del barrio. Si cuento esto es porque me embrujó su canto: suave, pero intenso, como un susurro, si, pero capaz de viajar muy lejos. Un arrullo sin urgencia y sin desesperación, sino cargado de intención tentadora, que entendí como si fueran palabras. Decía: soy fértil, soy bella, soy fuerte. Si vienes a mí tendré cachorros sanos y fuertes, que crecerán para engendrar nuevos cachorros sanos y fuertes. Ven a mí, ven, ven, ven, te estoy esperando. Ven.
Alguno quizás crea que estaba fumada o que se me había subido a la azotea un aperitivo vespertino. Lamento defraudaros. No me gusta intoxicarme, con ninguna substancia. Lo que me gusta es alucinar en plena posesión de mis facultades. Y eso fue precisamente lo que me pasó oyendo este canto embrujado en la penumbra de un atardecer que ya iba para noche. Hubiera podido asomarme al balcón a curiosear. No lo hice porque preferí quedarme quieta y escuchar, dejarla que terminase su llamada, y quedarme luego con la intriga de saber si algún suertudo aceptó la invitación. No lo sabré nunca.
Al invierno le quedan unos cuantos días, pero esa gata me cantó la música que abre las puertas de la primavera. Llevo días observando cosas que pasan y que anuncian su llegada inminente. Ya escribí aquí sobre el lento despertar. Sólo que todo ahora se acelera.
Hace una semana, por ejemplo, me fijé en el color ocre que había invadido los cipreses de la verja. Hay varios pinos en el bosque cercano con ramas marrones y secas, obviamente muertas. Igual hay una plaga que se les ha pegado a éstos, pensé.
Esta será la segunda primavera que observe desde que volví al Jardín, porque hace tres años llegamos en mayo y entonces ya estaba bien entrada. Conforme he aprendido a conocer y cuidar las plantas, y a observar los bichos, y en general el paisaje del bosque y de sus senderos, me doy cuenta de que me he vuelto más perceptiva. Así que me fijé en ese cambio de color que nunca antes me había llamado la atención. De enfermedad, nada, más bien lo contrario. Grandes parches del ramaje estaban cubiertos de flor, y rezumaban de polen. Los cipreses tienen flores macho y hembra en un mismo pié, y les basta un golpe de viento para autofertilizarse. Estos días que ha hecho tanto viento, me dice Paul que ha observado cómo las ráfagas levantaban verdaderas nubes de polen. El suelo, los muebles de jardín, las barandillas, la ropa tendida (ay, ay, ay), todo lo que tenemos fuera se cubrió de una capa de polen finísimo, verde-pardo claro, que francamente dejó todo hecho un desastre. Y menos mal que ninguno de los dos somos alérgicos! Pero no puedo más que admirar esa fuerza que hace a una planta producir tal masa de material reproductor, así, de golpe. Me evoca la urgencia de perpetuarse, como un arranque de locura programada, en el momento en que rompe la primavera – calendario o no – para luego sumirse en la calma absoluta hasta el próximo ciclo. Y entonces veo que todos los seres vivos tenemos arranques, hasta la persona más serena puede de pronto enloquecer bajo un impulso irresistible. Vivimos en red, y por tanto sujetos a descargas de energía súbita que hacen temblar el entramado. Hasta la infraestructura funciona así, véase si no por ejemplo el espectacular reventón del río Mundo que se ha producido varias veces estos días pasados. Más que en cualquier otro momento del año, la primavera es tiempo de descargas para todos. Por eso se dice que la sangre altera.
Quiero apoyar mis reflexiones con testimonios gráficos de este periodo fascinante.
El primero cuenta el arrollador empuje de una planta tropical como el flamboyant. Ya mencioné que habíamos plantado cuatro semillas de las cuales tres germinaron. Esta es la evolución de los plantones en el espacio de dos semanas:
El flamboyant es un árbol longevo y de lento crecimiento, pero obviamente no tan lento en edad temprana. Estoy asombrada de lo rápido que están creciendo, y ya sueño con ver sus bellísimas flores, si bien habrá que esperar un año o dos para eso. Intentar que prospere un árbol tropical aquí en este Jardín es todo un reto, pero espero saber cuidar a mis pequeños y que un día me paguen con sus flores de fuego.
A continuación, tengo que contar de un hallazgo fascinante. Paul encontró una especie de capullo extraño y, después de buscar por la web, averiguó que se trata de una puesta de Mantis religiosa. Es fácil ver cómo se inspiraron los que hicieron la película Alien. No hace falta irse a otro mundo. Hay inspiración de sobra en éste.
Las mantis hacen su puesta en otoño, tras de lo cual pasan a mejor vida. El capullo baboso se endurece en poco tiempo y mantiene las larvas en suspensión hasta que pasa el invierno. Con los días más largos y la temperatura más templada, las ninfas se abren paso por la costra y salen – a cientos – a conquistar el jardín y devorar su corta vida hasta el otoño siguiente. Son geniales, porque depredan las moscas de la fruta,los pulgones, las chinches y otros bichos dañinos. Además, son territoriales, de modo que donde emerjan, se establecen. Hemos visto con asombro que en Amazon venden estos capullos. Al parecer hay demanda de Mantis para cría en terrariums o quién sabe. Hoy día todo se vende y se compra, hasta la puesta de un bicho generalmente mal considerado (esto, por gente ignorante). En internet se puede encontrar mucha información sobre cómo cuidar de las puestas y criar las ninfas. Paul la ha metido en un tarro, a ver si tenemos suerte y podemos observar cómo emergen las ninfas en directo. Luego, por supuesto, el plan es soltarlas para que colonicen nuestras plantas y que las protejan valientemente de sus enemigos. Espero poder compartir pronto imágenes del evento!
Y empieza la temporada de caza en imágenes de los bichitos del jardín. Espero que os gusten éstas dos. Aún tengo que identificar las especies, pero ahí van.
Esta araña diminuta hizo su tela, perfecta, en una plantita de mirto. Había llovido un poco y las gotitas brillaban al sol. Ella colgaba cabeza abajo en el centro preciso de la tela.
Y esta especie de díptero de zancos larguísimos se aposentó y posó sin pega ninguna en una de las muchas palmeras que han salido de semillas dispersas por el viento y germinadas espontáneamente en bancales y macetas. A este paso, Lena se va a enfadar porque entre esquejes y semillas germinadas a su aire, cada vez nos hace menos falta ir a comprarle plantas!
Ya se están abriendo los primeros capullos de azahar. Aunque el viento ha arrancado muchísimos brotes, no es mala cosa, porque había demasiados y claramente, la planta hizo de sobra para poder dejar caer los más débiles. Habrá más energía disponible para hacer hojas, que falta les hace a mis arbolitos. Con el azahar vendrán de nuevo numerosas las abejas, moscardones y mariposas. Pero esto os lo contaré otro día.
Genial, como siempre. Qué bonito, me da mucha envidia cómo disfrutas de la naturaleza, y te agradezco infinito que lo compartas vontándolo tan bien.
Tengo que pasar unos días contigo en el jardín. Y llevar a mi nieto para que vaya aprendiendo a observar y a disfrutar de la naturaleza. Besos hermanita
Qué bien y qué emocionante ! Gracias Fuen !
Querida Fuen:
Como me gusta leer lo que escribes. Tienes mucha sensibilidad y se nota que pones los cinco sentidos en tus observaciones. Gracias preciosa, sigue deleitándonos con tus comentarios de la naturaleza que te rodea y que eres capaz de captar.