Si fuera una de esas personas que sueñan hacerse millonarios en un concurso de la tele, mi fantasía seria que me hicieran la siguiente pregunta del millón:”¿Que es el Fiu de los polinesios?”
Como soy muy crédula sobre la bondad de las personas, me comprometo a mandarle una botella de buen vino a quien me jure en un comentario que sabía lo que es el Fiu antes de que yo lo explicase en esta entrada.
Llevo muchos dias sin escribir, y el culpable es el Fiu. Lo he sabido hoy, si bien la evidencia la tenia en las mismas narices. Mi plumeria está echando múltiples flores que los tahitianos llaman Tiaré. Son las que usan para infusionar aceite de coco y producir el aceite de monoï, del cual, por cierto, tengo una botellita en casa. Es genial para después de la ducha!
Pues bien, mi plumeria, con sus Tiarés, me dio la clave. Tengo un ataque de Fiu.
En el año 1999, de enero a marzo, tuve la extraordinaria suerte de trabajar en un barco de cruceros como guía de buceo en Polinesia Francesa. No todo fue bueno, en esa experiencia. Me fui con un noviete que me salió muy rana, el pobre, y terminamos como el rosario de la aurora. Cosas de la vida, quien tan mal se portó terminó falleciendo de una terrible enfermedad como la ELA algunos años más tarde, en el 2006. Esto lo supe un día que me dio por buscar noticias suyas en Google. No somos nadie. Por lo que sé, al menos, cuando murió estaba felizmente casado y con muchos amigos que le dedicaron sentidos recuerdos en la web de su club de buceo. Me alegro que tuviese al menos ese consuelo.
Pero yo los recuerdos malos los archivo bien atrás en el trastero del cerebro. No los pierdo, necesariamente, pero tampoco los tengo a mano. Me quedo con lo bueno. Es una suerte, porque no es algo que me proponga, sino que mi cabeza funciona así desde pequeña. De modo que nunca olvidaré la belleza imposible de la Polinesia Francesa, lo mas bonito en mar y tierra que he visto en mi vida. Nadie que haya visto amanecer desde un barco anclado en la laguna de Bora Bora podrá jamás olvidarlo. Ni el espectáculo de dejar a popa la bahía de Cook, en Moorea, cuando partíamos hacia Papeete al atardecer.
Mientras viví allí, pude observar el Fiu, sin saber lo que era. Mas tarde, cuando empecé a trabajar en pesca, en la Comisión, una de mis compañeras me dijo que la familia de su marido tenia tierras en la isla de Raiatea. Fué ella la que me lo explicó.
El Fiu es una condición anímica y fisiológica pasajera que pone al que la sufre en estado semi-catatónico de nostalgia y desgana de todo y por todo. Mi colega me decía que los polinesios que empleaba su suegro en la finca a veces decían que no podían trabajar: hoy no puedo, tengo el Fiu. Punto y final. No había discusión posible. Inútil amenazar con despidos o recortes de paga. Porque el polinesio respeta el Fiu, es algo que se acepta como inevitable y sin deshonra. Es así y punto. No se intenta explicar el porqué ni el cómo.
El ataque que sufro me ha tenido estos días apagada de energía. Lo he probado todo: cafés, lingotazos de ron, ayuno, linguini con trufa, helado de vainilla con caramelo, meditación, Programación Neuro-Linguística. Nada. He pasado horas jugando a los pececitos en el teléfono. Eso si que es compatible con el Fiu. De modo que estos días ha sido mi Paul el que ha ido engrosando la colección de hallazgos, con estupendas fotos. Está aprendiendo rápido a hacerse con la cámara, como es natural en alguien tan listo. Afortunadamente, estamos en gananciales, de modo que lo mio es suyo… y viceversa!
No solo eso, sino que creo que ha sido el corte de pelo que me dio Paul ayer lo que más está contribuyendo a sacarme del Fiu. Que bien se está con el pelo cortito en verano! También me ayuda el que mi hermana mayor me llamara para que fuese a verla, y que conversáramos las dos un buen rato, ya que hacía semanas que no la veía. Hoy, por tanto, siento que estoy superando algo mi estupor y puedo de nuevo escribir. En una segunda entrada, os presentaré las imágenes que Paul y yo hemos ido consiguiendo estos días. Valen la pena, no os las perdáis.
Quiero terminar con un alegato en defensa del Fiu. Y es que el Fiu es algo honesto, no como los funcionetas o los caraduras de la empresa que llaman para decir que no vienen al trabajo porque han pillado la gripe, cuando lo que tiene es un jaquecón de la juerga con amigos la noche anterior. Y qué decir de los policias de extranjería que dejan a la cola de solicitantes esperando a que vuelvan de tomarse el café?
Ay, la verdad es que en el Jardín hace mucho calor, como en Polinesia, si, si, o peor. No es nada fácil evitar el letargo en estas condiciones (suspiro). Quizá consulte de nuevo con la plumeria; quizá me diga que lo mejor va a ser abandonarse al Fiu y al zumbido de las chicharras, sin cargo de conciencia.