A veces se me ocurre que he pasado años corriendo sin parar, hasta que llegó un día en que la vida – que andaba corriendo detrás mio – consiguió pillarme. Supongo que a muchos esto les sucede cuando alcanzan lo que se entiende como la edad normal para retirarse. Alguno hay que piensa que dicha edad está cada vez más cerca de la edad de morirse, por cierto. Pero esto es otra historia. En mi caso, un cúmulo de fantásticas circunstancias ha hecho que tuviese, primero, una vida profesional muy intensa desde muy joven. Y que por tanto, a los 50 y pocos, me encontrase en condiciones de aceptar el tirón de manga que me dio el destino para que parase de correr y me dedicase a estar quieta y mirar a mi alrededor.
Así que dejé mi Bruselas querida, donde ya lo había visto todo, y me volví a mi Murcia, con la idea de descubrirla de veras, con la lente de quien ha dado varias veces la vuelta al mundo. De esto hace ya unos años. Tal ha sido la fascinación por el redescubrir mis raíces y la luz de mi tierra, tantas cosas que siendo niña nunca ví, aunque las tenía delante, tanto hay de ello que no he podido por menos que intentar encontrarle un espacio en este cerebro de la humanidad que es la web.
Este blog se titula como una frase del himno a mi patrona, la Fuensantica. Aunque no soy creyente, le tengo a ella mucho cariño, como símbolo de lo que significa primordialmente ser murciana. Los murcianos tendemos a ser, creo yo, gente sin lógica ninguna, maestros del absurdo, de los que tiran por el camino de enmedio, pero profundamente sabios y diestros en el arte de vivir y morir bien, cercanos a la tierra y maestros del agua, que sabemos usar como nadie, por poca que haya. Genios a la hora de hacer crecer flores y frutos, y a eso nadie, nadie en el mundo nos gana. Porque vivimos en uno de los valles más fértiles del globo, y ya los moros nos dejaron el secreto de hacer que el agua, la tierra y la luz se entiendan y se combinen en colores, aromas y sabores mágicos.
Murcia es tierra de jardineros. Mi madre era de la pedanía de La Raya, en pleno corazón de la Huerta, y se sabía todos los refranes y todos los secretos de los huertanos. Ella nos hizo un vergel de rosas, melocotoneros, ciruelos, nispoleros, pereteros, higueras y bancales de naranjos y limoneros adonde íbamos a veranear, pero lo perdimos cuando ella nos dejó – yo tenía 15 años. Así que crecí sin saber de plantas, viendo muchas de mis pobres macetas bruselenses rendir el alma ante mi tremenda ineptitud. Mas tarde aprendí a a amar los jardines submarinos que se cuidan solos, buceando en todo el mundo, y luego tuve la dicha de encontrar un compañero de viaje como Paul, que como mi madre, entiende a las plantas muy, pero que muy bien. De él estoy aprendiendo que un jardín o un bosque son como arrecifes de coral, llenos de secretos que no se ven a simple vista, llenos de historias fascinantes que contar. Por eso he querido acercar mi lente macro a esos detalles ocultos.
Nuestro jardín está un poco en altura, allí donde empiezan las cuestas que suben a las colinas del Valle-Carrascoy. Es tierra de antiquísimos asentamientos y templos dedicados a la madre tierra, de necropolis de culturas olvidadas, que en su día revelaron tesoros de alhajas de oro; de eremitas del XVII cuyas cuevas aún atraviesan las entrañas de las colinas, colinas que están cubiertas de pinares y a sus pies perfumadas matas montaraces que florecen en mayo tiñendo el monte del color del oro. Pero también hay ramblas donde crecen las orquídeas salvajes, mientras por las copas corretean las ardillas.
Aquí en las noches de primavera empiezan a oírse las llamadas de los autillos de noche, y del cuco de día. Hay también búhos reales, rapaces, abubillas y todo tipo de otros pájaros cantarines. Y en el jardín conviven todo tipo de bichos maravillosos, desde libélulas hasta polillas de increíbles colores, y todo tipo de arañas diminutas, saltarinas o tejedoras. Ah, las arañas! Qué bichos fascinantes!
Al levante, se perfila la Cresta del Gallo, mientras que a norte, la ciudad se extiende como un tapiz rodeando al Segura y la vemos como desde un balcón, igual que la Fuensantica en su cercano Santuario.
Espero que disfrutéis descubriendo conmigo este murciano jardín.
Qué maravilla! Cuanta belleza hay en tus palabras, que salen de tu belleza interior.
Estoy deseando ir a verte para aprender muchas cosas, hermana sabia…..