La isla de las Hadas

En Escocia hay una isla donde se dice que las hadas se casan con legendarios jefes del Clan MacLeod, les dan banderas para desplegar en batallas que así nunca se pierden, se bañan en pozas de agua helada, conectadas por cascadas al hilo de un arroyo que baja de cumbres peladas hasta verterse en una bahía que mira a la lejana América, el país del oeste que diría Tolkien, y que viven en valles encantados llenos de rocas bizarras que esconden sus palacios subterráneos.

Esta isla de leyenda se llama Skye.

No se trata de escapar del Jardín, que si fuera prisión sería la mas deliciosa del mundo. Se trataba de ir a descubrir un país legendario al que tengo un particular afecto, y nunca he sabido bien por qué. Cada vez el equipo de Escocia juega al Rugby me tendréis pegada a la tele! Durante años de lidiar con los pescadores, he tenido tremendas agarradas con los hombretones de Stornoway, en la isla de Lewis and Harris, a la vista de Skye. Siempre terminábamos tan amigos, o casi. Ya conocía Edimburgo, pero nunca había tenido ocasión de adentrarme en las highlands, así que ya era hora.

En Skye nos alquilamos una casita al borde de un loch que era una antigua cabaña de pesca, con su muelle y todo, para sentarse al alba o al atardecer a ver si se cogen truchas. Desde nuestro acogedor refugio teníamos unas vistas espectaculares al risco que allí llaman The Storr, donde la erosión ha dejado en pié una columna pétrea aislada del resto llamada The Old Man of Skye, es decir, otra leyenda de hadas de algún desgraciado que terminó convertido en piedra.

The Old man of Skye (the Storr) visto desde nuestra casita a orillas del Loch Fada

Tuvimos acierto y suerte. Acierto porque al ir allí una vez terminada la temporada alta del turismo, pudimos circular por la isla sin sufrir los atascos de los que los vecinos se han estado quejando todo el verano. Hay una carretera principal que corre de Sur a Norte pasando por el pueblo principal de Portree (o Port Righ, en la lengua local), pero en el momento en que te sales de ella se trata de caminos de poca anchura y hay que organizarse para poder circular en las dos direcciones. Para ello, cada x metros hay recodos donde uno se para a dejar pasar al que viene de frente. Es todo muy British, con mucha cortesía y funciona todo muy bien, pero hay muchas curvas y si te toca un lento delante, a veces no hay manera de adelantar. Como digo, había más bien poco tráfico, y fue de agradecer. La suerte la tuvimos con el tiempo, ya que antes de llegar pasaron dos tormentas atlánticas por la isla que fueron muy violentas. Tuvimos dos días de sol – con algún chispeo de por medio. Luego vino un día horrible de viento y lluvia que aprovechamos para relajarnos al calor de la chimenea. El último, más bien tirando a malo, pero no tanto que nos privara de un precioso recorrido por la parte sur, y ver así el paisaje de las Highlands en condiciones normales, que a los del sur nos parecen horribles, pero sin las que el paisaje nunca tendría la belleza que tiene.

A Skye se llega por un puente (si bien todavía operan ferrys) que enlaza la Isla con el Kyle of Lochalsh, un paraje donde se encuentra el precioso castillo de  Eilean Donan. Alli pudimos ver una boda escocesa, con los novios (ella vestida con escote palabra de honor sin notar para nada el frío) desfilando por el largo puente de piedra, precedidos por supuesto de un gaitero. A mi me gusta la gaita escocesa, me emociona, soy así de rara. Y eso que una vez casi me cuesta la vida de un susto. Sucedió que uno de los muchos días que me quedaba en la oficina trabajando hasta tarde, cuando terminé ya no quedaba nadie, y cuando bajé al garaje, al salir del ascensor me estalló en el oído la gaita de un colega escocés que, al parecer, había decidido que el garage solitario, a última hora y ya de noche, era el único lugar donde poder practicar su arte sin que le denunciaran a la poli belga por «tappage nocturne», una ilegalidad tipificada en aquél país. Os podéis imaginar el salto que dí.

Enfin, volviendo a skye, nuestro camino había pasado por la orilla oeste del Lago Ness, sin que nos tentara parar en la zona turística a comprar peluches del monstruo. Paramos en Cluanie, a tomar un té con pastas en un albergue muy popular entre los aficionados al trekking donde hay ciervos pastando bucólicamente. Allí sí que empezamos a ver cómo el verde se mezclaba con el dorado en este principio de otoño. Los mismos colores que luego vimos vestir las colinas de Skye, intercalados del rojo intenso de los helechos rendidos al frío. Me esperaba verdor, nunca esta paleta alucinante. Me pareció una preciosidad, tanto más que aún abundaban las flores. Pudimos verlas y disfrutarlas plenamente cuando visitamos los jardines del Castillo de Dunvegan.

Dunvegan Castle es la sede del Clan MacLeod. Este clan, en sus dos ramas, dominó las Islas Hébridas de Skye y Lewis durante siglos, y su historia es realmente legendaria. Su último personaje de relieve fue, atención, una mujer, Flora MacLeod of MacLeod, una señora menudita que de joven fue una belleza. Nació en Londres en 1878, en Downing Street, porque su abuelo era entonces Chancellor of the Exchequer (el ministro de finanzas, único miembro del gobierno que vive en la misma calle que el primer ministro). Vivió nada menos que 98 años, hasta 1976, y se le acredita haber revivido la vida y el prestigio del Clan cuando hizo una llamada a todos los MacLeod dispersos por el mundo para que acudieran a Dunvegan a recobrar sus ligámenes ancestrales. El Castillo está lleno de recuerdos de tan ilustre dama, pero lo más llamativo es el estandarte de las hadas, de lo que ya hablé antes. Una bandera de seda amarilla bordada, de la que sólo quedan retazos, y que está enmarcada en el salón principal. Dice el mito que si los guerreros del Clan iban a la batalla tras esa bandera, no podían perder, y así fué en las (pocas) ocasiones en que se documentó el hecho. Se dice incluso que fue bajo la protección de la bandera que los pilotos escoceses volvieron sanos y salvos de sus misiones de bombardeo en la  Segunda Guerra Mundial! En realidad, se trata de una seda oriental que posiblemente se trajo de oriente algún cruzado o incluso – según ciertos expertos – de épocas muy anteriores a las cruzadas. En todo caso es seda de oriente. Los MacLeod, por su parte, son de origen escandinavo, un Clan que aceptó someterse a los anglosajones victoriosos cuando muchos otros decidieron volverse a Noruega. Curiosamente, el término Leod, en lengua noruega antigua significa «feo».

Podría contaros mil historias alucinantes que oí en esta isla, como la de la evacuación de la isla de St Kilda, o la del modesto investigador amateur que descubrió huesos y huellas fósiles de dinosaurios en las playas del norte de la isla, y que creó un museo minúsculo que visitamos y me pareció adorable, en una casita de piedra seca que en su día fue una escuela. Exploramos las ruinas del castillo de Duntulm y encontramos las huellas fósiles de dinosaurios en la playa que hay a sus pies, una belleza a marea baja, con su mosaico de algas de colores.

Recorrimos las pozas de las hadas, donde vimos – cómo no – a una fornida pareja joven zambullirse y nadar como si el agua helada no contase, mientras los turistas nos arrebujábamos en nuestras chaquetas de plumas. También caminamos por el Quiraing, un risco de formas absurdas que domina la llanura que desciende al mar junto a Staffin. En uno de los acantilados de esta zona hay una cascada que vierte al mar desde gran altura. Allí había un local vestido con su kilt que le hacía fotos a un turista, poniéndolo de perfil, de tal forma que la cascada parecía salirle de la nariz, como si se sonara los mocos. Ja ja ja.

Probamos ostras frescas y colas de langosta a la brasa con patatas fritas en The Oyster Shed en la bahía de Talisker. El dueño podría poner un restaurante postinero y cobrar el oro y el moro por el marisco y pescado que saca de su criadero en la bahía cada mañana, pero se niega. Prefiere mantener su negocio modesto y honesto. Nos trajimos whisky de Talisker de 57 grados de alcohol, una delicia. Está hecho así para reflejar que Skye se encuentra a 57 grados norte de latitud, cuando precisamente me disponía a celebrar mi 57 cumpleaños con este viaje.  Esto lo supe después, no era parte del plan, pero sí que fue una coincidencia inesperada que hace aún más gratos el viaje y los recuerdos.

Es duro vivir en una isla azotada por las tormentas, pero esas condiciones generan gente muy especial. Hemos visto fotos del club montañero de Skye donde se ve a sus miembros corriendo carreras cuesta arriba – unas cuestas empinadísimas – bajo una lluvia/neblina inmisericorde, en camiseta de tirantes. Son gente de hierro, poderosa y admirable. Es obvio que en un sitio así, la crueldad de la naturaleza acaba pronto con los jóvenes débiles, y los que prosperan y se perpetúan son gente indómita e irreductible. Hoy día esto ya no es así, claro. Pero hasta hace relativamente poco, aquí sólo los fuertes superaban la niñez temprana, igual que en las otras islas escocesas del norte. Da pena ver las pancartas que han puesto los vecinos en una campaña para salvar el hospital de Portree, amenazado por los recortes. Se diría que el mundo va para atrás, y que cada vez más se nos dice aquéllo de sálvese quien pueda y cada uno a lo suyo.

Nos faltó visitar el pueblo de las hadas (Fairy Glen) por el mal tiempo, ya que es una caminata de dos horas a campo traviesa y sin un mal árbol bajo el que refugiarse. Es la escusa perfecta para volver, porque habrá que volver!

Os dejo un acceso a mi galería de fotos en JAlbum. Espero haberle hecho justicia a este fantástico lugar. Hay 99 fantásticas fotos, pero en esta página sólo caben 24 diapositivas. Si hacéis doble click en cualquiera de las imágenes, el navegador os llevará al álbum completo en la web de JAlbum, os aconsejo verlo todo. Disfrutad.

 

1 comentario en “La isla de las Hadas”

  1. La meraviglia, Fuensanta. Le foto sono splendide… Da una voglia matta d’andarci. E come te ho una «nostalgia» della Scozia che prima davo per scontato dovuto alla rassomiglianza con la mia isola. Ma dopo esserci stata per un brevissimo soggiorno so che le ragioni sono più… Ancestrali. Grazie per avermi fatto vivere, anche se il tempo della lettura, il tuo entusiasmo nel soggiorno Scottish.

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