Cuenta la leyenda que en estas tierras gobernaba hace casi un milenio un rey prudente y sabio cuyo mayor placer era pasear por su precioso jardín amurallado al pie de la fortaleza de la roca.
Cuando le agobiaban los asuntos del reino, las escaramuzas con los reinos vecinos o las disputas palaciegas, allí se retiraba a meditar, vaciando su mente de todo salvo la música de las fuentes.
«Levantar este refugio de flores, frutos y agua – se decía – fue una sabia decisión, porque Al-Lah es testigo de las bondades que me retorna el trabajo de mis jardineros. Aquí todo se vuelve meridiano. Las sendas de mi huerto son rectitud, las palmeras alteza de miras, las flores economía para un avenir fructífero, las aves el mejor diván, como aprendí del poeta Attar, que Al-Lah le colme de bendiciones. No hay problema ni dilema que resista el frescor y encanto de estos rincones sombríos».
Así meditaba el rey un día cuando escuchó de pronto un sonido inhabitual. ¿Qué criatura se anuncia así? Su médico Ábu, experto en botánica y zoología, le había ayudado a conocer los trinos de cada ave que poblaba su jardín, así que se dispuso curioso a descubrir al recién llegado. La criaturita no tardó en dejarse ver en la morera blanca, de la que ya colgaban frutos maduros. Era pequeña y peluda, con una cola en forma de plumero que agitaba con cada chasquido de su extraña llamada.
– ¡Sub’Han Al-Lah! ¡Tú no eres pájaro! ¿Quién eres? – La criaturita le miró un instante con sus ojos en forma de diminutas perlas negras, antes de desaparecer entre el ramaje.
–¡Mahmud! – llamó el rey a su mayordomo – Haz venir inmediatamente al médico de Palacio. – A los pocos minutos, el enjuto doctor estaba a su lado.
– Ábu – le dijo el rey – tú has catalogado todas las plantas y animales del jardín. Acabo de ver un animalejo extraño que me resulta nuevo. Mira, allí está comiendo moras. ¿Lo conoces? ¿Qué es? – Ábu observó al animalito unos instantes antes de responder.
– Lo conozco, mi Señor. Es una ardilla. Normalmente viven de piñones, nueces y bayas en los bosques. Son muy listas. Entierran sus despensas durante el otoño para sobrevivir en invierno, y en climas más fríos que el nuestro hibernan en sus nidos, donde paren sus camadas en primavera. Os las habéis cruzado a menudo en el bosque, pero seguramente concentrado en la caza, os pasaron desapercibidas.
– Ya veo – dijo el rey. – Y dime, Ábu ¿Qué hace esta ardilla en mi jardín?
– Señor – respondió el médico – vuestros soldados han terminado de limpiar de arbolado la falda de la roca donde se alza vuestra fortaleza norte. Doscientas varas a la redonda. Debéis esperar que las ardillas deshauciadas vengan aquí a buscar refugio y sustento.
El rey quedó pensativo unos instantes. Ábu – dijo – no quiero que ninguna invasión de ardillas, por muy refugiadas que sean, perturbe el delicado equilibrio de este jardín. De existir tal riesgo, habrás de aconsejarme sobre el mejor modo de librarme de ellas.
– Señor – dijo Ábu – no veo tal riesgo. Las ardillas podrán quizá consumir algunas frutas del huerto. Pero recordad que tantas se recogen que siempre sobran. No harán sino enriquecer y alegrar vuestro jardín, o incluso extender las semillas de vuestros hermosos frutales en el entorno del palacio, lo cual no podrá sino embellecerlo aún más con el paso de los años, Insh-Al-Lah.
Esa noche, el rey tuvo un sueño en el que, paseando por su jardín, se encontraba de nuevo con la ardilla. – Pequeña, mi médico me dice que te dé bienvenida y refugio, a ti y a tus hermanas, pero yo no estoy tan seguro de que deba hacerlo. Tardé muchos años en diseñar este jardín, donde todo funciona a mi gusto y en armonía. Temo que la pongáis en peligro.
La ardillita le miró fijamente, agitó algo el hocico, y alzando la vista a la majestuosa copa de la palmera vecina le respondió.
– Has hecho, Señor, un jardín amurallado como un fortín, para tu único y exclusivo disfrute. Tus ejércitos han talado mis bosques porque temen que oculten enemigos al acecho de tu fortaleza en la roca. Yo estoy aquí para recordarte que todo en la vida tiene su coste. Pero también que pagar el precio es a veces lo mejor que te puede pasar.
– No te entiendo, ardilla – contestó el rey, algo irritado.
– Señor, es inútil que intentes echarme. Mis hermanas y yo somos libres de deambular por todo arbolado por concesión de Al-Lah. Si eliminas nuestros árboles, buscaremos otros, incluidos los que aquí encierras entre muros, porque a nosotras no hay muro que se nos resista.
– Escucha ardilla – dijo entonces el rey – nada más lejos de mi ánimo que poner en duda tu divino derecho. Pero en mi jardín no hay pinos ni nogales que, según me dicen, es lo que os gusta …
– Dátiles y moras – le interrumpió la ardilla – Quiero dátiles y moras. Ese es mi precio. Pero sabe, Señor, que pagarlo te conviene, porque mis hermanas y yo recompensaremos a tus descendientes con un palmeral que será el asombro del mundo, y con sedas que causarán envidia hasta en la misma China.
Y desde entonces, las ardillitas murcianas disfrutan por bula real del derecho a comer, hasta hartarse, moras en primavera y dátiles en otoño.
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Esta leyenda, como seguramente ya os habéis figurado, es fruto de mi imaginación y se la dedico a tanta gente que odia a los inmigrantes. No sé si tales personas puedan captar las muchas metáforas que encierra, pero espero al menos que mis lectores de buen corazón y buen entendimiento sí las capten.
Notas:
- La leyenda se inspira en la figura del Rey Lobo, Ibn-Mardanish (1124-1172), constructor del Castillo de Monteagudo (la fortaleza en la roca) sobre los cimientos de uno más antiguo, y del cercano Castillejo, su palacete de recreo, el cual contenía un jardín entre muros como el que aquí se evoca. La fortaleza de Monteagudo fue el baluarte defensivo de Murcia hacia el norte. Hacia el sur, la fortaleza del rey se hallaba en el Verdolay, y sus ruinas pueden verse desde mi jardín. Por cierto que también se divisa Monteagudo en la lejanía.
- La ardillita de mi vídeo se llama Spip. Es tocaya de la mascota del botones Spirou, personaje legendario del cómic belga junto con Fantasio, su compadre de aventuras. El vídeo está hecho de clips de las continuas visitas de Spip a la datilera de Jadicha entre septiembre y octubre del 2020. Incluye un ligero altercado territorial con otra ardillita del que salió clara vencedora. A Spip no le manga nadie sus dátiles. Spip suele aparecer también por estas fechas de primavera a comer moras en la morera blanca que está junto a la palmera, pero aún no la hemos visto – ni oído – este año.
- La idea de las aves como consejeras y guías espirituales del hombre es de tradición islámica, plasmada a la perfección en la obra cumbre del poeta Farid Ad-Din Attar «Mantiq al Tayr» (El Lenguaje de los pájaros).
- La vara andalusí equivalía a unos 93 cm.
- El papel de las ardillas en la renovación y defensa de los bosques está ampliamente documentado, como en este artículo referido a las ardillas grises de América del norte.
- La idoneidad de Murcia para el cultivo del moral y la morera facilitó el desarrollo de la industria de la seda en esta región, y sus sedas alcanzaron fama mundial especialmente durante el periodo andalusí.
Querida Fuen:
Me encanta tu cuento y te diré que nosotros también tenemos ardillas en nuestro jardín, pero no nos gustan porque muerden las conducciones del agua y las rompen y, hasta que no nos damos cuenta, está saliendo agua cuando se conecta el riego y hay árboles que no se riegan. De todas formas, ahí las tenemos ya que no las podemos eliminar, pues como tu dices, son libres de pasar de una zona a otra y son muy rápidas. Esperemos que encuentren zonas con agua y no vayan a las gomas de conducción del agua de riego y las muerdan para beber.
De todas formas, tu historia es muy bonita y es cierta para los jardines con charcas donde puedan beber agua las ardillas sin molestar. Besos
Querida Mari, vivís en una zona muy seca. Para tí, el coste que vale la pena pagar es el de activar la bonita fuente que tenéis inutilizada en el patio. Las ardillas podrán beber allí y no picarte los tubos, y vosotros disfrutar de la música del agua, como seguramente queríais cuando la trajísteis. Ya ves. Me alegro de que te haya gustado el cuento!
Genial el video!
Yo le pondría música al terrible enfrentamiento. Igual nuestro hermano puede elegirla o componerla.
Delicioso blog, queremos más!!!!!
Gran proeza literaria: tan fino y tan elegante relato no podría ser un mejor regalo para evocar la nostalgia que evoca las dos paredes que quedan en el Verdolay (precioso homenaje para conservar vivo un recuerdo de un reinado inmerecido para los cristianos franquistas destructores de la arquelogía murciana).
En materia de ardillas, ni la disney ni national geographic superan este video.