Aparte mi familia felina, y los miles de perros del vecindario, avistar aves o mamíferos en mi jardín y sus alrededores es cuestión de muchísima suerte. Vemos pasar palomas y ardillas, principalmente. Oímos a los autillos en verano, aunque conseguir verlos es harina de otro costal. Y he tenido la suerte de ver varias veces rapaces sobrevolando las colinas o incluso los campos de la huerta vecina, y también la mala suerte de no haber tenido la cámara a mano en tales ocasiones. Pero no desespero, ya me llegará la vez. A veces, se dejan ver las abubillas, y cada día pasa una bandada de gaviotas en viaje de ida y vuelta desde la costa a un inmenso vertedero que, la verdad, no sé bien donde esté, pero sí que atrae a estos bichos desde lejos. Algunos de ellos han decidido establecerse en permanencia en las márgenes del Segura, y por tanto se les ve volar a menudo sobre la ciudad, lo que yo no recordaba haber visto cuando niña. También hay cormoranes en el río, e incluso martín pescadores, rarísimos de ver en entorno urbano, pero es que cuando yo vivía aquí de niña, el río era una cloaca apestosa, mientras que hoy ya se va recuperando tan bien que incluso hay quien ha subido vídeos a la red de nutrias rondando por el mismo centro. Hay que agradecer a la Asociación ANSE y otras como Huermur su labor incansable que tan buenos resultados está dando, sobre todo en erradicar la caña invasora y recuperar el bellísimo bosque de ribera. Ojalá las recientes obras de «mejora» de la margen del rio en su paso por la ciudad no marren estos avances.