Vivo cerca del centro, a 15 minutos en coche, puerta a aparcamiento (porque bajar a Murcia con la idea de aparcar en la calle es de idiotas). Y sin embargo, no hubo potencia divina que me animara a pasearme por la ciudad en el día de la región. No soy la única, creo. Cuando te regalan un puente y eres murciano, lo normal es que te las pires a la playa o a las islas, por muy regiopatriota que seas. Hacen, hacemos bien. En estos tiempos que corren, toda exaltación del orgullo patrio tiene un regusto raro, que no sabe a lo que tiene que saber. Demasiada política casposa de por medio. Y más en estas fechas, precisamente, cuando se mercadea con el cotidiano de la gente, y a veces con sus más básicos derechos, con singular desfachatez.
Pero no he venido a quejarme, ni a protestar. He venido a enseñaros cómo pasé el día de la región: de safari fotográfico por mi pequeño paraíso. En un día soleado y poco caluroso, las condiciones fueron excepcionales para recoger buenas imágenes de los murcianos diminutos. Porque hay que recordar que todos los seres vivos que habitan nuestra tierra son murcianos, o bien visitantes de paso que disfrutan cuanto pueden de lo mucho que esta tierra aún ofrece, a pesar de lo mucho que atentan contra ella.
De modo que aquí os dejo varias imágenes que me parecen muy lindas, y no es por echarme flores. Hacer fotos es fácil, y a la vez muy difícil. Lo difícil estriba en intentar que la imagen, por estática que sea, cuente una historia, retrate un momento fugaz de la vida de un ser vivo en su entorno.
Esta libélula roja es predominantemente africana. En Europa se encuentra sólo en los países del sur. Es una residente fija de mi jardín, donde aparece sin falta cada verano. Le gusta revolotear cerca del agua de la piscina, y cuando se posa alza su posterior en dirección al sol. Me fascina la tintura anaranjada que tiene en la base de las alas, y los ojos intensamente rojos, cuando tantos otros insectos los tienen negros. El instante que cuenta esta foto es el de un rescate, ya que la pobre había caído en las garras de Mimi Gatica. Yo creo que se hacía la muerta, así que Mimi la dejó ir sin oponernos resistencia. Los gatos, como todo el mundo sabe, desde los domésticos a los salvajes, suelen «jugar» con la comida, a veces. Y Mimi es muy juguetona, así que la libélula inerme ya como que la aburría y no le importó soltarla. Le pusimos una aguja de pino al alcance de sus garfios y se agarró a ella y se dejó llevar, y así pude fotografiarla a placer. Luego la posamos en una mata para, espero, recuperarse y seguir alegrando el jardín.
Otra conocida es la chinche asesina, que como ya expliqué hace ya muchos meses, es una especie de presencia bastante reciente en Europa (2010-2011), cuando originariamente es americana. Sus ninfas son super voraces y su veneno muy cruel, porque contiene una enzima que disuelve los tejidos. Hay que ser muy bruto – como humano – para que una de éstas te pique. Prácticamente tendrías que obligarla a que te pique. Es realmente inofensiva si la dejas estar. Esta ninfa me ofreció una estampa muy linda al posarse sobre un capullo de Hibiscus a punto de abrirse.
Las abejas disfrutan mucho en mi jardín. Para ellas, venir aquí es como ir a un restaurante de tres estrellas Michelín. No sólo tienen como 80 metros cuadrados de parra virgen, sino dos plantas boyantes de Duranta erecta (una de las dos, la que atrajo a la abejita de la foto), además del azahar de los limoneros. La Duranta es realmente un imán. Y ahora mismo está pletórica, una verdadera cascada de flores. Debe de tener un néctar que a los bichos les huele y sabe a verdadera gloria, si bien mi humana nariz no detecta perfume alguno. Esta imagen me inspira la emoción de saborear algo muy muy rico, como los críos que estampan la cara en un pastel de cumpleaños.
Cuando sales a hacer fotos, sigues con relativa falicilidad a los abejorros, las mariposas, cosas grandes, que son la que saltan a la vista. Cuando digo grandes hay obviamente que calificar lo relativo del término. Y es que comparado con un abejorro, el díptero que veis arriba es minúsculo. Estás fotografiando un abejorro, y justo al lado revolotean puntitos minúsculos que a simple vista ni distingues bien qué son. Es genial dejar que la macro de tu lente te revele esos detalles. Me fascina lo complejo que puede ser algo tan diminuto. Y me gusta que mientras los gordos te distraen, estos enanos están a lo suyo, que también es polinizar, algo que nos beneficia a todos, pero que ellos hacen discretamente y, por diseño de especie y género, sin ánimo de protagonismo.
Bueno, no es un abejorro, es un himenóptero de la familia de los halíctidos, una familia de polinizadores que, curiosamente, la Wikipedia califica de «cosmopolita«. Hala! para que digan que en Murcia somos provincianos! Bromas aparte, los halíctidos son unos verdaderos ciudadanos del mundo, se los encuentra por doquier y tienen gran importancia como polinizadores. Yo encuentro a este bicho muy elegante, con su traje gris plata aterciopelado que se adorna con el polen amarillo, resulta muy chic. En cualquier caso, este bichín debía medir como mucho 1 cm de largo. Podéis haceros una idea de lo pequeño que es el de la foto anterior, fotografiado en la misma planta. De hecho, se le ve como una manchita borrosa a la izquierda en estas imágenes (la profundidad de campo – es decir, la amplitud de zona enfocada – en fotografía macro es siempre reducida).
Otro díptero realmente diminuto (calculo unos 3 mm de largo), posado en una de las cuerdas que hemos usado para apoyar las tomateras y defenderlas del viento inmisericorde que sopla en esta ladera del Valle. Esta imagen es curiosa, porque revela un color rojo precioso que no son sino las escamas de las alas, que dependiendo del ángulo de incidencia de la luz, dan un color u otro. Tomé otra imagen de esta mosquichuela de lado, para facilitar su identificación, y no se veía rastro de color.
Parecen dos animales distintos, pero no lo son. Me hace pensar en varias imágenes impresionantes de alas de insectos tomadas al microscopio electrónico que vi hace tiempo, donde se apreciaba perfectamente el efecto irisado de las escamas en una explosión de color, y esto se consigue sin pigmento, sino con cristales microscópicos. Y me digo que como la evolución raramente produce estas cosas sin razón, sería fascinante saber por qué, a escala tan diminuta, ciertos insectos se adornan de un mosaico arco iris.
La Araña Napoleón, que ya he presentado en anteriores entradas, tiene en su abdomen una silueta que recuerda al Emperador con su sombrero rimbombante. Son saltarinas y no tejen, predadores al acecho que se abalanzan sobre sus presas y las aferran preferentemente por la nuca. Esta posó bajo la sombrilla de la flor como quien espera en la barra sombreada de un chiringuito a que le sirvan la ración del día.
La historia que cuenta esta foto es la de una mosca que sobrevivió al ataque de otra araña saltarina (aún por identificar). La pelea tuvo lugar en la superficie de la barandilla. Yo no daba un duro por la mosca, pero cuando ya parecía aniquilada por el veneno, zás, salió volando. Me la juego a que se hizo la muerta para que la araña aflojara la presa, y en cuanto ésta lo hizo, la mosca dio un rabotazo y escapó. Es posible que un cerebro tan pequeño tenga tal nivel de inteligencia? Pues claro. Lo que no es posible es que con la masa de neuronas que tenemos nosotros los humanos estemos donde estamos como especie, eso si que es inexplicable.
Termino con una ninfa de saltamontes, más que nada porque la foto está bastante conseguida y me gusta. El bicho en sí es bastante feúcho, qué le va a hacer. Pero hasta un insecto desagraciado te enseña cosas, pues parece ser que los saltamontes de de esta familia se caracterizan porque el macho «presenta un regalo de alimento a la hembra» como inicio de apareamiento. Y eso que se llaman así porque su característica principal, que les distingue de otros saltamontes, es la de tener las antenas muy largas, generalmente más largas que el cuerpo entero. Por eso los denominan longicornios, es decir, cuernos largos, es decir, grandes cuernos. No deja de ser irónico que estos cornudos se dediquen a conquistar hembras a base de «regalos». Mucha gente hace lo mismo y terminan con igualmente grandiosos cuernos. A estos bichos, en todo caso, este rollo parece irles bien. Yo personalmente preferiría que los señores longicornios se inventasen otros regalos que dar y dejasen mis pobres plantas en paz (suspiro).
Espero que os hayan gustado estos micro relatos y las fotos que los inspiraron.
Bravo Fuen, y muchas gracias por estas grandes delicias diminutas. Leyéndote y viendo tus fotos se agranda la esperanza en el futuro del planeta.
No se si me gustan mas las fotos o tus comentarios, querida hermana.
Los bichos son espectaculares, y qué arte para fotografiarlos. Los comentarios sin lindos, muy tuyos. Una gran artista llena de talento y sensibilidad, mi hermanica la pequeña