Feliz 2019. Han sido tres meses sin escribir, y creo que ha influido mucho el dejar de fumar, porque hay que ver lo que me ayuda la nicotina. Veremos a ver cómo funciono sin ella. Es medio broma, porque hay otros muchos factores que me han tenido en el dique seco. Quizá porque tuviese demasiado que contar y no supiese elegir lo que vale la pena y lo que no. Quizá porque empecé a escribir como respuesta a las emociones de redescubrir mi tierra y mis raíces, y que tras tres años, todo va – ay – pareciéndome más normal y cotidiano.
Y sim embargo, sigo encontrándome bichos, flores y escenas que me fascinan, y espero de verdad nunca, nunca perder la capacidad de sentir fascinación por las pequeñas cosas. Un ejemplo: el 2018 ha sido un año más bien feo. Creí que era yo quien tenía una de esas sensaciones mías de tipo inexplicable o esotérico. Pero no, cuando vi los artículos de prensa del resumen del año comprobé que casi todos despedían con alivio un año de mala onda. A pesar de muchos buenos momentos – nunca olvidaré la Isla de las hadas – yo también estoy contenta de que el 2018 se quede atrás. Encuentro metáforas visuales de este cambio de ciclo un poco por todas partes:
Yo, aquí, dijo la planta. Y es cierto que es un hierbajo y que tuve que arrancarla de allí. Si dejas crecer las hierbas en los agujeritos del solado, o entre las grietas de las baldosas, estas minúsculas don-nadies son capaces de quebrar la piedra con sus raíces. Y aunque sean malas hierbas, yo las admiro, por su empeño y poderío. De ellas será el mundo un buen día.
Y es que el 2019 lo tiene difícil. Será el año del Brexit (aunque sobre esto aún cabe alguna que otra duda) y habrá elecciones regionales y locales, en las que las personas razonables y de bien nos tememos resultados a la Rosalía (mumal mumal mumal), a menos que ocurra un milagro. Yo quiero escribir de plantas, bichitos y murcianía, y para escribir de ésta última, no tengo más remedio que decir a mis paisanos que desde que me fui hace más de 30 años se han amorcillado como un toro mal estoqueado, y que como se descuiden, van a ser los de la caverna los que nos den la puntilla, mientras reculamos penosamente a las tablas de tiempos que ya tendríamos que tener en el pudridero del compost para las macetas (y eso que no me gustan nada los toros, pero en día de metáforas, pues bueno). Haríamos bien en despertar como comunidad y echar a los de siempre, y poner en su lugar a gente que disponga que cada azotea de los miles de edificios de pisos de la ciudad se convierta en un jardín. CADA UNA DE ELLAS.
Para vuestros balcones y terrazas, por favor os lo pido: mejor que en trozos de tela de colorines made in China, pensad en flores y abejas, en perfumes y frutos deliciosos, en rocío mañanero, en verdes que alegran la vista, en aire limpio y en niños con las manitas embarradas que aprenden a plantar fresas y tomatitos. Animo y adelante! Feliz año!
Hermanita, muy bien.
A este paso te propondrán como candidata al Cervantes.
Y mejor todavía tus mensajes de ánimo tras el convulso 2018.
Un besazo!
Gracias por retomar la escritura, siempre tan sugerente
Querida hermanica:
Ya estaba echando de menos tus reflexiones y aunque los deseos para el 2019 sean fabulosos y coincida totalmente con los míos, los veo, como se dice ahora, complicados y como se decía antes, irrealizables. De todas formas, tengamos ánimos y esperanzas en el cambio.
Besos mil de tu hermana mayor que te quiere mucho, Mari.